La construcción de la honda: segunda parte "el trabajo solitario"

El trabajo solitario
El pibe del barrio amanecía convencido de su tarea. Nada de desayunos, nada de ir a la escuela, apenas un “hola” a la pasada y afuera, al patio. Atrás, el patio de la casa, se convertía en el taller. El pibe del barrio, tomaba su preciosa horqueta, buscaba unas pinzas, una tijera, unas zapatillas viejas, la cámara de la bici que ya no servía y el cuchillo. Como el experto, como los que saben, el pibe ponía su concentración en la construcción de la honda.
Había dos tipos de hondas, las berretas y las profesionales. Ambas se distinguían en las bandas elásticas. Las berretas eran con la cámara de bici (como las de este pibe que estamos recordando) y las profesionales tenían unas bandas tubulares, se conseguían en las salitas de salud. Las hondas profesionales tenían la capacidad de arrojar una piedra desde la vereda y llegaba hasta el gimnacio. Eso sí que era lejos. Pero las berretas no eran tan malas. Primero porque fabricadas como los que saben eran capaces de pasar en distancia a las profesionales. Pero duraban menos.
El trabajo era solitario. El pibe, atrás en el patio, tomaba las zapas viejas. Cortaba la lengua. Así conseguía el cuero que formaría empuñadura de la piedra. Tomaba la horqueta con la mano izquierda, la ponía delante de sus ojos como si tuviera un visor y medía a ojo la medida de las banditas elásticas. Cortaba la cámara de la bici, agarraba un alambre y a cada punta de la horqueta fijaba con alambre las banditas. Por último, lo más difícil. Que las dos bandas quedarán con igual medida. Para esto, se tenía que hacer uno agujeritos bien precisos en la empuñadura de la piedra. Pasar la bandita por cada agujerito y atar exactamente a la misma medida. Acá se ataba y se desataba hasta que quedaba perfecto.
¡Fa! ¡Qué laburo! Pero, la alegría del pibe era infinita. Ahí no más. Afuera. Al baldío. A cazar. Con la honda colgada al pecho. Con las piedras en el bolsillo. Avanzaba derecho al lugar preparado para probar el arma, el juego, su juguete. Así solo el pibe probaba puntería porque a la tarde era el encuentro. Todos los pibes estarían listos para cazar. Una liebre. Una paloma. Un niñito desprevenido.

Comentarios

  1. Qué lástima!!!! yo nunca hice una honda..... pero recuerdo que era todo un arte..... como el barrilete. Ah!!! podías contarte esa historia...

    ResponderEliminar

Publicar un comentario