El misterio de la escalera 15: primera parte


    Mi ciudad guarda unos barrios llenos de misterios. Los barrios pobres se ubican hacia el noreste mientras que al sudoeste están los residenciales. Nuevos y viejos, modernos y antiguos, clásicos y desestructurados; cada barrio con su nombre, con su impronta configura la ciudad. Aquellos que pueden tienen sus casas con la forma que han querido, mientras otros viven en casas con formas que les fueron impuestas. Entre todos están aquellos que viven amontonados, en espacios reducidos. Las doscientas viviendas es uno de ellos.
    Las sombras del barrio son constantes. Dos calles asfaltadas lo circundan: Esmeralda y Mamerto Esquiú. Otras dos calles de tierra terminan el rectángulo perimetral. Pegado al norte existió, antes del fuego, un aserradero. Aquellas llamas fueron provocadas por los pibes de la tres. Luego de varios años, unos veinte tal vez, las huellas del incendio no se perdieron, las persianas derretidas, negras, casi exclamando hemos sido quemadas, aún persisten.
    Las doscientas, esos bloques largos, altos, eran enmascarados con los aerosoles de las bandas de la nueve. Los patios internos, siempre lleno de perros, las vecinas que se chismosean de ventana a ventana, de escalera a escalera. Los pibes bajo la sombra de la escalera que venden sus mercancías, que conquistan sus minitas, que relojean los pasantes del barrio de enfrente. Cada uno en las doscientas se comporta como tal.
    Nunca le tuve miedo. Allí vivió mi amigo, Julio. Es verdad su casa limitaba para afuera y nunca tuve que ingresar a los pasillos secretos del barrio. No obstante, visité el barrio en varias oportunidades, subí sus escaleras, relojie a los que me relojeaban. Perro que ladra no muerde me decía, y subía los escalones. Ojos adelantes y ojos por detrás. Todo te inspiraba vigilar. Las doscientas tenía eso que lo caracterizaba.
    El verano del 1996 impuso a las doscientas en la memoria de quienes habitamos Cipolletti. Los diarios anoticiaron a la comuna de lo sucedido. El titular que cubría el sector de los policiales fue: "misterio en la escalera 15". Las líneas a continuación describieron que dos adolescentes se encontraban en aquel lugar y espantados por un grito de auxilio, según relatos de la señora de enfrente, subieron al tercer piso. De allí no regresaron. Sus familiares se acercaron al lugar y el departamento de la escalera 15, en el tercer piso se encontraba deshabitado.
    El periodista había entrevistado a la Señora de enfrente, de quién supimos con posterioridad, se llamaba Emma. Emma sostuvo durante la entrevista que mirar para afuera de su casa es su entretenimiento desde que su marido falleciera. Mira la novela de las siestas, toma sus mates, cuida sus plantas y da de comer a los gatos del barrio. De la entrevista no se pudo tomar ninguna información más de la que ya había aportado sobre la desaparición de los adolescentes.
    La conmoción del caso fue total en toda la ciudadanía. Se realizaban marchas con el pedido de la aparición con vida de Gustavo y Ariel (los dos adolescentes desaparecidos). Pasaron los meses, llego el invierno, todo se enfrío la causa, el pedido de justicia, nada podía avanzar. El barrio pareció olvidar aquel mes aterrador y continuó con su propia vida. Lo inexplicable hiere y para que no duela se prefiere olvidar. Así se ignora que lo olvidado daña más.
Fin de la primera parte.
Mañana continúa te esperamos….

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