La
conversación con la señora Emma me había distraído demasiado. No sabía qué
pensar. Se trataba, tal vez, de una fabulación; no estaría exagerando con eso
de los ritos satánicos. En medio de mi distracción, observé el reloj que se
ubicaba a las espaldas de doña Emma, medio la miré a los ojos, medio miré el
reloj y recordé el tal Negrinsky era juez y tenía una entrevista con un
testigo.
Doña muy
amable por todo lo que me contó. – No es nada. Vení cuando quieras querido…
Aquel día
era muy caluroso. Las personas realizaban sus actividades, iban, venían,
hablaban. Los de la escalera 3 se habían preparado un equipito de futbol y se
iban a enfrentar contra los de la 5. Nada parecía estar ajeno a la normalidad.
Mis pasos por aquel barrio me movía a seguir investigando. Quería saber y no
podía seguir olvidando. Salto de mi interior la decisión: “Me voy a la casa de
Gustavo”
Los padres
de Gustavo se llamaban Roberto y Antonia. Ambos trabajadores de la fruta. Me
presenté como un investigador, aunque creo que sabían que mentía. Me atendieron
creo porque necesitaban hablar. Sabían de aquel testigo, sin embargo, les
parecía poco probable que el pibe supiera algo. Nunca lo habían visto por el
barrio.
Entre lo
amable de aquella improvisada charla y los mates amargos se me fue toda la
mañana. Luego no sabía dónde ir. No me quedaba otra cosa que esperar alguna
información que me dieran los diarios. Así que me fui al río a pasar el rato.
Me junté con Mariano Weinbach otro enloquecido con el misterio. Un adicto a la
resolución de acertijos. Su juego favorito el sudoku.
La isla
Jordán estaba muy tranqui. Desde que se informó que las aguas del Río Negro
estaban contaminadas pocos continuaron a recorrer sus costas. A nosotros
siempre nos gustaba cruzar con la balsa y caminábamos hacia el este, río abajo.
El paisaje ya no era el de una vez, porque por ahí pusieron un puente. Pero
igual, el río es relajante y nos encanta.
Nos juntamos con Mariano, hicimos
un asadito y le conté lo que sabía. Mariano, sabía que el testigo era del Anahí
Mapu. Mirá Richard – me dijo – el Alejo Sandoval fue uno de los involucrados en
los asesinatos del 1993. Parecía que no tenía nada que ver, pero el pibe iba
deschabando cosas raras y grosas. Así que si es testigo de algo, me parece que
está metido.
Me dejó pensando. No me dio mucho
tiempo en desarrollar otras ideas. A parte Richard – estaba afilado Mariano –
el juez David Negrinsky fue renombrado en aquel caso del 93. Me parece que la
familia Negrinsky fue relacionada con uno ritos rarísimos en que desaparecían
pibes y nunca más volvían a aparecer. – Cómo sabes eso? - Lo que pasa que mi abuela me contó que el
incendio del aserradero fue una cortina para tapar el robo del Martincito Perez
Sanchez. La historia es así, según mi abuela. Los Perez Sanchez eran dueños de
una secta satánica que se llamaba “la
espada quebrada”. Se dedicaban a robar pibes y a venderlos como esclavos de
trata.
Los Negrinsky querían quedarse
con mayor parte de las ganancias. – ah, pero, entonces, la secta qué era,
parece que no tiene nada que ver. –
Claro, lo que pasa que a través de esas reuniones iban quebrando las voluntades
de las personas con falsas promesas de ganar dinero fácil. Por eso me parece
que todo se olvida tan fácil. Hay una complicidad, nadie quiere que se descubra
lo de la secta.
Che Mariano pero que tiene que
ver todo eso con la desaparición de Gustavo y Ariel en la escalera 15 y ¿¡el
grito que escucharon!? – No sé Richard, ahí no me queda nada claro. Creo que
tendríamos que agarrar al Alejo y tratar de sacarle algo. –Vamos para el Mapu,
que a esta hora lo vamos a encontrar.
Proximante el plan de Richard y Mariano se pone a funcionar….
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