Carrera de Bicicletas

La vida cotidiana del barrio parece cobrar una importancia máxima en la niñez. Todo es ahí. Los juegos, las peleas, el picado, mentiras y encubrimientos. Porque la patota está ahí y sos vos. Los pibes que te dicen "no seas cagón", "dale si no te va a pasar nada". Te dicen esas cosas para que no falte nadie, o al menos así te suenan y te lo hacen creer. Pibes.
Hace ya treinta años, un poco menos o un poco más, da igual, la tecnología no nos había invadido tanto como hoy (2011). A penas televisor teníamos. El nuestro, por supuesto, era blanco y negro. El tele a color lo tuvimos cuando ya eramos grande. Después llego el teléfono fijo, y cuando terminaba el secundario, se escuchaba hablar de internet y aparecieron los celulares. Estas tecnologías eran tan nuevas, que no faltaba uno que te viera con el "ladrillo" de celular y te dijera: "ah buena". Era sorprendente. En fin la tecnología, por suerte, nos llego después de ser los pibes.
Este relato que te cuento se vuelve a la época de los juegos afuera. Del ensuciarse, romperse la nariz, quebrarse, volver llorando a casa o el volver corriendo para volver a salir, porque el vecino te había invitado a cenar. En ese tiempo yo tenía una bicicleta, la primera.
Era roja, tenía rueditas, estaba nueva. El día más importante fue cuando le sacamos las rueditas. Empezó la experimentación de andar como un grande, como los que saben. Ir a dar la vuelta a la manzana, después ir a comprar, ir a la casa de los tíos. Todos destinos que eran triunfos. Cada uno bien ganado. Una vez hice el recorrido que yo quise. Agarré para atrás de casa, gire para la circunvalación, y cerca de la casa del "condorito" me mordió un perrucho de porquería. Qué desafío. El tobillo sangrando, y al hospital para la inyección.
Todo un logro, hacer con la bicicleta lo que quería. Así, con toda mi habilidad, los grandes del grupo me vieron apto para participar en la carrera de bicis. Se trataba de dar una vuelta a la manzana, ahí donde está el gimnasio. Muy emocionante. La pista había sido estudiada previamente por todos los competidores. Se debía partir de la casa de Raninqueo, recta de 150 mts con dos obstáculos. El primero contaba con arena suelta en la vereda que lo hacía muy resbaladizo. El segundo era un pozo hubicado en la esquina de P. Boudler y Ecuador junto al nicho de gas, al cual había que  saltar con las dos ruedas. Inmediatamente curva a la izquierda. Recta de 100 mts con lomita, curva a la derecha, y el terreno cambiaba de asfalto a piedra, de esa finita. Se pasaba la guardería y el jardín y otra curva a la izquierda. Últimos 150 mts hasta los Raninqueo.
La asamblea de los competidores determinó que a la pista le faltaba algo. Los últimos metros estaban pelados. El "sapo" tuvo la idea. Montamos una rampa. Laburamos como una hora. Trajimos tablas, ladrillos,  y mucho barro para hacer la "montañita". Todos la probamos andaba espectacular. Así que los 150 mts finales se dividieron en 100 mts de recta con rampa e inmediatamente curva a la derecha y 50 mts para la meta final.
Los competidores eran: Marcelo Raninqueo, Ariel Ortiz, Carlo "el sapo" Ortíz, Pablo Nuñez, Fabián Raninqueo, Luis Lopez,  Javier Calvo, Ricardo Calvo, el "coli", el "cachi" y yo "el colo". Cada uno con su bici. Estaban las grandotas, con guardabarro y canasto. Las todo-terreno, las montainbike y la mía (la roja con timbre). Todas tenía el efecto sonoro de los vasitos de yogurt cortados en rectangulos y puestos entre los rayos de las ruedas.
Largamos. Adrenalina pura. Quería ganar. Me pare en los pedales para acelerar, y puse mi concentración en el triunfo. El ruido era impresionante, había hinchada, estaban las chicas del barrio. Primer obstáculo las arena suelta sobre el cemento. Pablo que iba a mi derecha me pasa, se pone justo adelante mío, aprieto el freno y me equivoco, apreté el de la rueda de adelante. Caí de trompa. Apenas 50 mts y ya estaba último. Me levante sin miedo, otra vez parado en los pedales para acelerar.
Veía que el pelotón. estaba por saltar el pozo de la esquina. Le metí y lo salte, me volvió el orgullo otra vez. Pero cuando doble vi que el pelotón ya estaba en la otra curva.  Me vino un pensamiento. Nadie me ve. Frené. Le saqué la cadena y seguí caminando. Mi orgullo me había dicho, que crean que tuviste otros inconvenientes para competir. Segui caminando luchando con la conciencia y el orgullo. Ya no escuchaba nada. Hice la tercera recta con la bici a mi lado, pase la guardería, pase el jardín. En el silencio de mi vergüenza buscaba la mejor cara para que no me cayeran todas las burlas.
La sorpresa, todos estaban en la rampa. El "sapo" que iba ganando, estaba en el piso. Los otros, todos reían. El sapo se levantó y se río. Llegue al grupo y nadie se dio cuenta que era el último. Todos contaban como lo habían visto volar al "sapo" como superman. Ese accidente escondió mi vergüenza. ¡Qué carrera!

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