El Viejo


Los ancianos en su memoria protegen vidas ajenas y vidas propias. La memoria de los ancianos, casi un tesoro, patrimonio universal, propiedad única e irrepetible, se hace presente en las palabras, gestos; en fin, cosas que dicen los abuelos. La tarde con medialunas, mate amargo y una rueda de nietos con la abuela, se merece que le pongamos un ratito de atención. El instante, en que las palabras son servidas como un plato de aquellos que gustan por su apariencia y su sabor, es el tiempo detenido que te propongo disgustar.
Aquella tardecita la rueda del mate era muy larga y por eso habían improvisado otro mate. La abuela, con su mate, con su pava y con su yerba, sentaba en su lugar. Ninguno de los nietos osaba con apropiarse con alguno de aquellos sagrados elementos. Era común en tardes como esa, el quesito, la manteca, el pancito casero y las ricas facturitas. Todo entrecruzado con palabras que iban y venían. Sin embargo, todo murmullo terminaba con aquellas palabras de memorial: "me acuerdo de una vez…" Palabras que la abuela largaba después de la segunda pava.
A sus palabras de memorial, todos hicimos el debido silencio, el sol prestó su luz como de costumbre, el viento cesó y nadie se atrevió a cruzar por la vereda por la tensión que causaba traer la historia pasada al presente. Recuerdo que el falcón me pasaba cerca de las polleras. Entraba temprano a mi trabajo y me iba sola ¡con un julepe! Todas historias que fundaban nuestra vida. Esta vez el plato que engalanó la tarde se llamó "el viejo".
El viejo tenía la manía de meterse con el rastrojero bien pegadito a la ventana. Por poco y no se metía para adentro con camioneta y todo. Siempre se levantaba y me decía: salí
de ahí que se te va caer el techo encima. Porque yo siempre me levanto y me vengo a rezar los laudes acá al lado de mis plantas. Siempre una pelea con el viejo, por esto o por aquello.
Bueno cuando murió el viejo pensé que iba a estar más tranquila. Una vez me acuesto y lo siento que entra para allá, al fondo, a su pieza (se encerraba con llave porque me tenía miedo). Y digo: ¿viejo, estás ahí? Y ahí no más me acuerdo que estaba muerto. Pero, dije, ni siquiera muerto me dejas tranquila. Viejo prostituto.
La cuestión es que me dormí renegando. Estoy durmiendo y lo veo al viejo que me hace subir a la camionetita que tenía antes. Así que me subo y vamos para la montaña. Allá empieza a juntar unas piedritas y me las muestra. Y sin decirme nada se va. Entonces, me di cuenta que el viejo estaba bien. Tantas peleas y ahora en ese sueño parecía ¡tan real! De ahí en más pude dormir tranquila.
Tal vez, lector no te digan nada estas palabras de la abuela, pero los nietos aquella tarde se convencieron de que el abuelo está en el cielo y que los abuelos ya no se peleaban. Después del relato el universo tuvo el permiso de seguir su rumbo.

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