La Herradura


 
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El camino fue recorrido con precaución. Tramos de furiosas piedras que obstaculizaban el desplazamiento de los automóviles. Pero al fin estaban allí en aquel lugar de mucha resonancia en la voz popular. Maravilloso paisaje, el río Limay en su mejor transparencia, la arboleda en un verde que acompañaba el azul majestuoso del cielo. La Herradura un lugar de descanso en la ciudad de Plotier.
La tarde alcanzo a los viajantes. Familias, amigos, personas más cercanas y otras de más lejos. Personas que sin saber lo que les esperaba se dispusieron a pasar la noche. Las estrellas empaparon el cielo. La luna comenzó su reinado y al silencio de los seres humanos el río se hizo escuchar. Nadie lo se imaginaba que el agua trajera su historia tan viva.
Según Suyai, la niña oriunda del lugar, su abuelo fue participe del acontecimiento que se revivió. Ella contó, al año de lo ocurrido, que su abuelo era el capitán de la nave que esa noche hizo su aparición.
El silencio de la noche, hizo más patente la historia, a todos les parecía irreal y se miraban entre ellos y constataban que la irrealidad era real para todos. La embarcación que navegaba el Limay corriente arriba no parecía actual. No tenía motor. Se trataba de una embarcación a velas. No la pudieron definir como un velero, más dijeron se trataba de algo antiguo, de madera y muy grande. El silencio se hizo más fuerte cuando la embarcación atravesó delante de todos, sin detenerse pasó, hasta que al final de la herradura se desapareció.
Los viajantes todos desconocidos entre sí se juntaron como si la fuerza de la curiosidad los atrajera. Ni uno fue capaz de callarse. Todos, chicos y grandes hicieron sus observaciones. Incluso Juan el gordito de siete años dijo que había visto a un tipo parado en el timón. Todos le creyeron y Suyai declaró que justamente ese tipo era su abuelo
La leyenda se les presentó. Al parecer los lugareños de la Herradura ya no hacen caso de la aparición y saben que todos los años el 19 de Diciembre a la noche la embarcación hace su recorrido.
Hacia finales del sigo XVIII se corrió la voz de que la Herradura era un lugar lleno de oro. Los inmigrantes, que habían sido militares en el viejo continente no temían las exploraciones aventuradas y alocados por la riqueza amarilla invirtieron en un conquista frustrada. No solo se aventuraron a la Patagonia sino que no reconocieron que en la Herradura habían personas viviendo. Se luchó. Unos por defender lo propio otros por un sueño falso. El oro no era tal. Pero la muerte alcanzó a todos. Aquella noche parece no desaparecer y la embarcación hace su entrada enceguecida buscando lo que no hay: oro en la Herradura.

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