El investigador improvisado: la caminata en el día equivocado


Tuve miedo de seguir. El camino se mostraba solitario, el río a mi izquierda estaba calmo, el campo, como de costumbre, normal. Todo como todos los días. Sin embargo, algo como una advertencia me instó a parar, a darme la vuelta y volver a casa. El tiempo que pasó desde la primera intuición hasta la decisión fue muy breve. Nosé cuántos segundos, pero sólo segundos. Sin embargo, fue suficiente para tomar la decisión equivocada.

Varios días atrás tomé la decisión de salir a caminar por la costa del río Neuqúen. Sabía que a pocas cuadras, de aquella casa que no era mía, estaba uno de esos lugares que jamás había vivido. La curva y el encuentro entre Limay y Neuquén. 

Aquella siesta de otoño, en la que los árboles cobran la hermosura amarillenta de sus hojas y el viento parecía haber olvidado su soplido,caminé. Las calles de piedras y desiertas escondían un secreto que dada mi mala decisión me tocaría develar. Para quienes conozcan la zona me refiero al descampado detrás de las canchas de la C.A.I.

Una árbolada destrozada por el llamado "progreso" se presentó delante. Me asusté porque en menos de un día la destrucción había sido tan voraz como eficaz. Aquel paisaje desgarrador me hizo detener. En fracción de segundos pensé "estó no estaba así ayer". En otras fracciones casí me vuelvo. Pero como te había adelantado, continué por una decisión que en el momento me pareció equivocada pero hoy me resulta audaz

Quisé saber qué había ocurrido. Me adelanté por el camino que solía recorrer, aunque ahora, sólo era una idea o un recuerdo de aquel camino. En la vifurcación, tal vez por que ya el paisaje no era igual, continué hacia donde la vegetación todavía estaba en pié. Apenas atravesé el arbusto que me estorbaba la visión, lo ví y me escondí

El hombre, tez morena, delgado, cabello negro, largo hasta los hombros, se encontraba como mirándose los pies. Su posición del cuerpo era como la de quién quiere colocar la cadena de su bicileta. Pero el no tenía bicileta, y su labor consistía en clavar un puñal a algo que estaba a sus pies. No supe, no quise saber si ese hombre había percibido mi presencia. Y no podía ver que era lo que a sus pies parecía sangrar. Pero el aire, la atmosfera no sólo era tenso, además era axfixiante. Tenía la certeza de que me había transformado de un gordo que camina para adelgazar en una presa muy facil de cazar. 

En mi cerebro se grabó una expresión: "Estoy frente a un asesino. ¿Cómo carajo salgo de acá?". Apenas intenté no hacer ruido rompí una rama, el tipo me vió, yo le grite: "no me mate". El flaco, avanzó con ese cuchillo hacia mí. Retrocedí unos pasos, el tipo como que apuró su tranco. Me le puse firme y me le hice el guapo. 
"¿Qué tenés ahí?" le grité. 
"¿Qué carajo te importa?" me respondió. 
 Agarré una piedra, se la tiré. Él la esquivó. Entonces, me le pare como para cagarlo a trompadas. 

Estaba en esa parada, haciendo una pose de boxeador improvisado y grité: "auxilio, ayuda". El tipo hizo ademán de querer ensartarme el cuchillo. Pero como caídos de la nada detrás de mí aparecieron, providencialmente dos agentes de policía. 

Al tipo lo arrestaron. Dentro de la bolsa solo había un perro. Pero el flaco ocultaba algo más porque me hubiera asesinado sino hubiera sido por la providencial aparición de los agentes


fin primera parte...










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